“Nada me gusta mucho...”
(Fotografia: Liliana)
A diferencia de los jóvenes que, hace unos años, requerían orientación vocacional “por dudas o conflictos entre carreras”, hoy –según la autora de esta nota– suelen presentar “estados de apatía, resultado de una gran desconexión emocional”.
Por Claudia Messing *
Cada vez más adolescentes, al consultar por orientación vocacional, manifiestan que desean seguir estudiando pero, en realidad, no logran interesarse o sentirse atraídos en forma consistente hacia ninguna carrera o campo ocupacional. Nada los convence ni los seduce suficientemente. Por más técnicas activas, gráficas, lúdicas y psicodramáticas o tests de intereses y aptitudes que se apliquen, no logran descubrir en sí mismos ninguna área del hacer o del saber que les resulte verdaderamente atractiva, y, si la encuentran, no pueden luego sostener sus objetivos.
Se percibe que no están en condiciones de elegir con convicción porque falla en ellos algo más básico, más determinante, previo a la tarea de elegir: falla algo en el orden del deseo; no pueden interesarse profundamente por nada, porque están emocionalmente desconectados, apáticos, desmotivados. No pueden encontrar imágenes ocupacionales agradables ni lugares para informarse y visitar, ni elementos con los cuales identificarse. Muchos van de carrera en carrera pensando que todavía no encontraron su verdadera vocación, sin percibir que el problema es otro.
Horacio Romero González (“Interrogantes, encrucijadas y nuevos paradigmas en el campo de la orientación vocacional”, ponencia en el II Congreso Informático de Psicopedagogí a y Orientación Vocacional, 2003), confirma, a partir de una investigación efectuada en la Universidad Nacional de Río Cuarto, la presencia de estas nuevas sintomatologí as vocacionales: “Hemos corroborado la marcada apatía y falta de interés de muchos de nuestros ingresantes, que se sienten desorientados en relación con la construcción de un futuro para sí mismos. No tienen convicciones propias, no poseen motivaciones fuertes que vayan más allá de lo inmediato y carecen de una cosmovisión personal”.
Otros jóvenes, en el trabajo de orientación vocacional, identifican con relativa facilidad un campo propio de intereses, pero les cuesta tomar una decisión porque no logran motivarse o entusiasmarse. Muchos estudiantes –a menudo talentosos– se inscriben en carreras que coinciden con sus intereses y habilidades, pero rápidamente pierden su entusiasmo, porque carecen de la capacidad para sostener sus intereses y para entregarse a un objetivo que implica una disciplina y un esfuerzo totalmente diferente al que estaban acostumbrados desde la escuela media. Casi el 40 por ciento de 1000 alumnos encuestados por el Centro de Opinión de la Universidad de Belgrano, entre 2003 y 2004, manifiesta “estudiar a desgano la carrera que eligió y piensa que debería haber elegido otra cosa”, aunque la mitad de ellos “no piensa en cambiarla ni abandonarla”. Probablemente perciben que, si cambiaran de carrera, al poco tiempo experimentarí an el mismo desgano.
La Orientación Vocacional debería incluir entre sus objetivos la posibilidad de abordar estas nuevas sintomatologí as emocionales, que no se reducen a una incorrecta elección de la carrera por falta de información adecuada de sí mismos o de las carreras elegidas: aun mediando buenos procesos de elección vocacional, acordes con sus intereses y facilidades, los jóvenes no pueden sostener sus objetivos, los prolongan en el tiempo, se desmoralizan y terminan abandonando o eternizando sus proyectos. De hecho, la duración real de cursado de las carreras universitarias es, en promedio, un 60 por ciento superior a la prevista.
En otros jóvenes se presentan temores y ansiedades fóbicas paralizantes. A pesar de identificar sus intereses vocacionales, muchos no pueden tomar una decisión, porque la idea de estudiar una carrera les despierta fuertes sensaciones de encierro, agobio o aburrimiento. Sienten un gran temor a quedar atrapados en la carrera elegida, tienen miedo a asfixiarse, a perder su libertad, a que el estudio les impida hacer otras cosas, como estar con los amigos, jugar al fútbol, tocar la guitarra o tener tiempo para no hacer nada. Otros experimentan esas mismas vivencias claustrofóbicas durante el cursado de sus carreras. Muchos continúan con insatisfacció n y otros abandonan.
Muchísimos jóvenes no logran avanzar en sus carreras porque sus conductas fóbicas y evitativas les impiden estudiar. A menudo consultan pensando que se equivocaron de carrera cuando lo que les pasa es que no logran sentarse a estudiar, no pueden concentrarse ni organizar un método de estudio medianamente eficaz, se angustian, se duermen, desarrollan técnicas evitativas para perder el tiempo, se distraen permanentemente.
La mayoría de los estudiantes arrastra también graves problemas de aprendizaje del nivel anterior, lo cual los desmoraliza e impulsa a una rápida deserción o los hace permanecer durante años en los niveles iniciales de sus carreras.
La desconexión emocional de los jóvenes es una de las problemáticas más intensas de la actualidad, y ha sido hasta ahora insuficientemente identificada y conceptualizada, pese a que aparece en muy distintos ámbitos de la problemática adolescente (por ejemplo, la dificultad para darse cuenta de los embarazos adolescentes se vincula con la desconexión emocional respecto del propio cuerpo). A su vez, esta desconexión les impide percibir la fragilidad de sus intereses, su desmotivación, sus conductas fóbicas y sus problemas de aprendizaje.
Inconsistentes
Entonces, no se trata de la tradicional desorientació n vocacional por falta de información de las carreras o por falta de reconocimiento de los propios intereses, o por falta de elaboración de mandatos familiares, o por dudas o conflictos entre varias carreras. Estamos hablando de nuevas sintomatologí as emocionales que perturban el proceso de elección y de cursado de los estudios superiores: una gran desconexión emocional que deja a los jóvenes en un estado de apatía; dificultades para sostener los propios objetivos que dejan a los jóvenes en un estado de insatisfacció n y vuelven sus elecciones vocacionales frágiles e inconsistentes; conductas fóbicas que obstaculizan el compromiso con una carrera; hiperexigencia y miedo al fracaso. Nuevas sintomatologí as emocionales que rodean la elección y realización de una carrera; en su conjunto, constituyen un verdadero síndrome vocacional que determina, en muchísimos casos, la deserción en los estudios superiores.
Esta problemática excede los parámetros y recursos de la orientación vocacional tradicional. En la década del 80 la mayoría de estos jóvenes hubieran sido definidos como pertenecientes a la categoría de “no orientables”, “predilemáticos” , derivables a una consulta psicoterapéutica (véase Orientación vocacional: una estrategia clínica, de Rodolfo Bohoslavsky) . Hoy, por su masividad, este fenómeno constituye una respuesta fallida a un conjunto de cambios históricos, políticos, sociales, económicos, culturales y familiares acerca de los cuales los orientadores vocacionales deben ser capaces de profundizar y penetrar para poder elaborar nuevos instrumentos de abordaje.
No se han realizado todavía, a nivel nacional, investigaciones que permitan evaluar cuantitativamente la magnitud de estas nuevas sintomatologí as vocacionales, pero podemos percibir su dimensión a través de las estadísticas de fracaso y deserción en los estudios superiores. De acuerdo con datos oficiales, en universidades nacionales sólo el 11 por ciento de los ingresantes llega a recibirse.
* Extractado de Desmotivación, insatisfacció n y abandono de proyectos en los jóvenes. Orientación vocacional y vínculos familiares, de próxima aparición (ed. Noveduc).
A diferencia de los jóvenes que, hace unos años, requerían orientación vocacional “por dudas o conflictos entre carreras”, hoy –según la autora de esta nota– suelen presentar “estados de apatía, resultado de una gran desconexión emocional”.
Por Claudia Messing *
Cada vez más adolescentes, al consultar por orientación vocacional, manifiestan que desean seguir estudiando pero, en realidad, no logran interesarse o sentirse atraídos en forma consistente hacia ninguna carrera o campo ocupacional. Nada los convence ni los seduce suficientemente. Por más técnicas activas, gráficas, lúdicas y psicodramáticas o tests de intereses y aptitudes que se apliquen, no logran descubrir en sí mismos ninguna área del hacer o del saber que les resulte verdaderamente atractiva, y, si la encuentran, no pueden luego sostener sus objetivos.
Se percibe que no están en condiciones de elegir con convicción porque falla en ellos algo más básico, más determinante, previo a la tarea de elegir: falla algo en el orden del deseo; no pueden interesarse profundamente por nada, porque están emocionalmente desconectados, apáticos, desmotivados. No pueden encontrar imágenes ocupacionales agradables ni lugares para informarse y visitar, ni elementos con los cuales identificarse. Muchos van de carrera en carrera pensando que todavía no encontraron su verdadera vocación, sin percibir que el problema es otro.
Horacio Romero González (“Interrogantes, encrucijadas y nuevos paradigmas en el campo de la orientación vocacional”, ponencia en el II Congreso Informático de Psicopedagogí a y Orientación Vocacional, 2003), confirma, a partir de una investigación efectuada en la Universidad Nacional de Río Cuarto, la presencia de estas nuevas sintomatologí as vocacionales: “Hemos corroborado la marcada apatía y falta de interés de muchos de nuestros ingresantes, que se sienten desorientados en relación con la construcción de un futuro para sí mismos. No tienen convicciones propias, no poseen motivaciones fuertes que vayan más allá de lo inmediato y carecen de una cosmovisión personal”.
Otros jóvenes, en el trabajo de orientación vocacional, identifican con relativa facilidad un campo propio de intereses, pero les cuesta tomar una decisión porque no logran motivarse o entusiasmarse. Muchos estudiantes –a menudo talentosos– se inscriben en carreras que coinciden con sus intereses y habilidades, pero rápidamente pierden su entusiasmo, porque carecen de la capacidad para sostener sus intereses y para entregarse a un objetivo que implica una disciplina y un esfuerzo totalmente diferente al que estaban acostumbrados desde la escuela media. Casi el 40 por ciento de 1000 alumnos encuestados por el Centro de Opinión de la Universidad de Belgrano, entre 2003 y 2004, manifiesta “estudiar a desgano la carrera que eligió y piensa que debería haber elegido otra cosa”, aunque la mitad de ellos “no piensa en cambiarla ni abandonarla”. Probablemente perciben que, si cambiaran de carrera, al poco tiempo experimentarí an el mismo desgano.
La Orientación Vocacional debería incluir entre sus objetivos la posibilidad de abordar estas nuevas sintomatologí as emocionales, que no se reducen a una incorrecta elección de la carrera por falta de información adecuada de sí mismos o de las carreras elegidas: aun mediando buenos procesos de elección vocacional, acordes con sus intereses y facilidades, los jóvenes no pueden sostener sus objetivos, los prolongan en el tiempo, se desmoralizan y terminan abandonando o eternizando sus proyectos. De hecho, la duración real de cursado de las carreras universitarias es, en promedio, un 60 por ciento superior a la prevista.
En otros jóvenes se presentan temores y ansiedades fóbicas paralizantes. A pesar de identificar sus intereses vocacionales, muchos no pueden tomar una decisión, porque la idea de estudiar una carrera les despierta fuertes sensaciones de encierro, agobio o aburrimiento. Sienten un gran temor a quedar atrapados en la carrera elegida, tienen miedo a asfixiarse, a perder su libertad, a que el estudio les impida hacer otras cosas, como estar con los amigos, jugar al fútbol, tocar la guitarra o tener tiempo para no hacer nada. Otros experimentan esas mismas vivencias claustrofóbicas durante el cursado de sus carreras. Muchos continúan con insatisfacció n y otros abandonan.
Muchísimos jóvenes no logran avanzar en sus carreras porque sus conductas fóbicas y evitativas les impiden estudiar. A menudo consultan pensando que se equivocaron de carrera cuando lo que les pasa es que no logran sentarse a estudiar, no pueden concentrarse ni organizar un método de estudio medianamente eficaz, se angustian, se duermen, desarrollan técnicas evitativas para perder el tiempo, se distraen permanentemente.
La mayoría de los estudiantes arrastra también graves problemas de aprendizaje del nivel anterior, lo cual los desmoraliza e impulsa a una rápida deserción o los hace permanecer durante años en los niveles iniciales de sus carreras.
La desconexión emocional de los jóvenes es una de las problemáticas más intensas de la actualidad, y ha sido hasta ahora insuficientemente identificada y conceptualizada, pese a que aparece en muy distintos ámbitos de la problemática adolescente (por ejemplo, la dificultad para darse cuenta de los embarazos adolescentes se vincula con la desconexión emocional respecto del propio cuerpo). A su vez, esta desconexión les impide percibir la fragilidad de sus intereses, su desmotivación, sus conductas fóbicas y sus problemas de aprendizaje.
Inconsistentes
Entonces, no se trata de la tradicional desorientació n vocacional por falta de información de las carreras o por falta de reconocimiento de los propios intereses, o por falta de elaboración de mandatos familiares, o por dudas o conflictos entre varias carreras. Estamos hablando de nuevas sintomatologí as emocionales que perturban el proceso de elección y de cursado de los estudios superiores: una gran desconexión emocional que deja a los jóvenes en un estado de apatía; dificultades para sostener los propios objetivos que dejan a los jóvenes en un estado de insatisfacció n y vuelven sus elecciones vocacionales frágiles e inconsistentes; conductas fóbicas que obstaculizan el compromiso con una carrera; hiperexigencia y miedo al fracaso. Nuevas sintomatologí as emocionales que rodean la elección y realización de una carrera; en su conjunto, constituyen un verdadero síndrome vocacional que determina, en muchísimos casos, la deserción en los estudios superiores.
Esta problemática excede los parámetros y recursos de la orientación vocacional tradicional. En la década del 80 la mayoría de estos jóvenes hubieran sido definidos como pertenecientes a la categoría de “no orientables”, “predilemáticos” , derivables a una consulta psicoterapéutica (véase Orientación vocacional: una estrategia clínica, de Rodolfo Bohoslavsky) . Hoy, por su masividad, este fenómeno constituye una respuesta fallida a un conjunto de cambios históricos, políticos, sociales, económicos, culturales y familiares acerca de los cuales los orientadores vocacionales deben ser capaces de profundizar y penetrar para poder elaborar nuevos instrumentos de abordaje.
No se han realizado todavía, a nivel nacional, investigaciones que permitan evaluar cuantitativamente la magnitud de estas nuevas sintomatologí as vocacionales, pero podemos percibir su dimensión a través de las estadísticas de fracaso y deserción en los estudios superiores. De acuerdo con datos oficiales, en universidades nacionales sólo el 11 por ciento de los ingresantes llega a recibirse.
* Extractado de Desmotivación, insatisfacció n y abandono de proyectos en los jóvenes. Orientación vocacional y vínculos familiares, de próxima aparición (ed. Noveduc).
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