jueves, 30 de diciembre de 2010

FELIZ 2011 !!!!



DEFENSA DE LA ALEGRÍA *

Mario Benedetti



Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y la definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica los paros cardíacos
y de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como un certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El Parque, las fronteras (y los fachos)


El Parque, las fronteras (y los fachos)

11 hs

Elizabet le dijo al periodista, sin dejar de amamantar a su beba, que "si quiere le llevo a la tienda que vivo con mis hijos, para que vea. Siempre nos han discriminado, me han dicho bolita de mierda. Y ayer Juan me dijo: yo vuelvo al parque, Elizabet, quédate con los niños; dicen que van a volver a entrar, y yo quiero una casa para mis hijos. El quería sostener la bandera para que se vea mejor". Y Juan volvió caminando rápido al Parque, donde estaban sus paisanos. Allá era uno más.
Uno más, de los miles de trabajadores bolivianos que se desloman ante la overlock para hacer camperas de renombradas marcas, esas que no van a poder comprar. De los miles que meten las manos hasta el vientre de la tierra para cosechar el ajo y las verduras que se comerán en mesas que no son las suyas. Uno más, de los miles que fabrican los ladrillos que formarán las casas que no podrán habitar. De los miles que suben los andamios una y cien veces, para levantar esas torres que te hacen parecer del primer mundo, Buenos Aires.
Buenos Aires, reina del plata, que no podés esconder los miles y miles de bolivianos, paraguayos, correntinos, santiagueños, porteños que duermen en tus calles, bajo tus puentes, amontonados en hoteles y villas, tan cerca de tus bacanales, de tus lujos.
Al lado de Elizabet, el-vecino-indignado-Jorge-de-Soldati se queja: "yo pertenecí a la barra de Chicago, y los que estamos detrás de los monoblocks somos todos hijos de policías y gendarmes, hay muchos comerciantes. Acá hay muchos argentinos con hambre, como para mantener gente que viene de otro lado".
A Juan la bala le acertó en el pecho, ahí en el medio del Parque, para que suelte la bandera.
Dicen que la disparó un lumpen, un comerciante 'asustado', un vecino indignado. Uno que gritó 'bolivianos de mierda'. Dicen que la disparó el jefe de gobierno desde una sala de prensa. Que la disparó un federal, un metropolitano, uno de civil. Que la disparó un secretario de la mujer del pañuelo blanco que se convirtió en desarrollador inmobiliario (y delator). Que la disparó el ministro de bigotes, duhaldista portador sano, el que estuvo cuando cayó Darío, cuando cayó Maxi, cuando cayeron Mariano, Roberto, Bernardo y Rosmery. Piqueteros, militantes, tobas, inmigrantes, no le hacen asco a nada.
O será que la dispararon todos, que lo gritaron todos, aunque unos estén "Haciendo Buenos Aires", y otros "Distribuyendo la riqueza".
Y Juan quedó desnudo, más pobre que nunca, más jodido que cuando cruzó la frontera porque la revolución del Evo no repartió el trabajo, ni las tierras, ni las minas.
Así se lo devolvieron a Elizabet, que ahora no tiene techo y tampoco tiene a Juan.
Y lejos del Parque los plumíferos de la prensa oficialista encontraron archivos 'demoledores', y las tapas del monopolio dieron su versión. Por miles buscaron confundir, dividir, ensuciar. Para que la patriotería prenda en miles que manejan las mismas overlocks, que cosechan las mismas tierras, y suben los mismos andamios, pero nacieron de este lado de la frontera.
Si la clase obrera argentina no siente en el pecho, ahí mismo donde le pegó a Juan, el golpe contra sus hermanos, está condenada. Si no abraza (aunque sea a lo lejos) a Elizabet y sus chicos, si no tensa el puño, si no putea, si no se la jura al nene bien de ojos azules que pide orden en la Ciudad, si no suelta las otras banderas (las inútiles) y dice 'hermano', está condenada.
Porque la presidenta coqueta y el ministro de bigotes criticarán al niño bien de ojos azules y dirán que en la Argentina del Bicentenario no habrá palos, pero que "la seguridad también es un derecho humano". Y los jóvenes de la Cámpora no podrán apagar tanto fuego y dirán que sí, que hay que defender el modelo. Y algunos se la creerán.
Pero como dijeron los padres, los abuelos de Juan, cuando en el socavón de la mina de San León votaron a mano alzada las Tesis de Pulacayo, "solamente los traidores y los imbéciles pueden seguir sosteniendo que el Estado tiene la posibilidad de elevarse por encima de las clases sociales y de decidir paternalmente la parte que corresponde a cada una de ellas". Seguirán abundando las balas y faltando los techos.
Por eso, por Elizabet y nuestros hermanos, para vengar a Juan y levantar su bandera, haremos esa revolución que repartirá los techos y los panes, los libros y las flores, la que derribará todas las fronteras de la humanidad para derrotar la desdicha, el hambre, las cárceles, las guerras.
Ahora es cuando diremos, y no habrá Estado ni gendarmes (ni cantos de sirena) que puedan detenernos. Todos los parques serán nuestros, serán de todos.

21 hs

Télam. El director del SAME, Alberto Crescenti, informó que el joven de 19 años que murió esta noche fue sacado por la fuerza por desconocidos cuando ya estaba en la ambulancia. Crescenti dijo que el joven estaba herido y que lo sacaron de la ambulancia y lo "remataron en el lugar".
Los vecinos-indignados, los barras y los sin-gorra están cebados. "La seguridad es un derecho humano", gritan desencajados. "Yo pago los impuestos" dicen. Se sienten como policías formoseños en medio de tobas, como patoteros de Pedraza entre tercerizados, en zona liberada.
La crónica de Juan ya parece vieja. No por las banderas, ni por el llamado a derribar las fronteras. A los fascistas no se los convence, se los combate.

Lucho Aguilar
Fuente:http://www.pts.org.ar/spip.php?article16782

domingo, 7 de noviembre de 2010

Mariano Ferreira tenía 23 años



Mariano Ferreira tenía 23 años , fue asesinado el 20.10.2010.

Abrazó la militancia política muy joven cuando apenas tenía 13 años. Creció en la zona conocida como el Viaducto, en Sarandi donde vivía con sus padres y su hermana más chica. Terminó la primara y fue presidente del Centro de Estudiantes en la escuela secundaria donde estudió y fue candidato a a consejero escolar de Avellaneda por el Partido Obrero.
El joven tenía 23 años y vivía en Sarandí con su familia, y era obrero metalúrgico. Militaba desde chico, y -en una negra ironía- había estado en el Puente Pueyrredón cuando mataron a Kosteki y Santillán. Estaba muy comprometido con su militancia, y era el responsable de la FUBA en el CBC de Avellaneda.
El joven había llegado hasta Avellaneda para apoyar a los trabajadores que reclamaban ser incorporados a la planta permanente del servicio de trenes, como en su momento apoyó las marchas que pedían Justicia por los crímenes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, los manifestantes que murieron en la llamada Masacre de Avellaneda, en 2001, cuando el presidente de la Nación era Eduardo Duhalde.
Dice Norma Giménez (57) “un compañero de militancia y lucha” sino “porque se perdió la vida de un pibe de 23 años que estaba comprometido con la vida. Cuando se lanzan acusaciones contra la juventud porque está inmersa en la violencia o en el paco, el asesinato de Mariano Ferreyra significa la pérdida de una vida muy valiosa para cada uno de nosotros”.

domingo, 31 de octubre de 2010

Democracia


El ex presidente Néstor Carlos Kirchner falleció en la mañana de hoy, miércoles, a los 60 años de edad en su casa de El Calafate (24.10.2010)

El mandatario murió como consecuencia de un paro cardíaco que sufrió antes de las 8:30 en su residencia de "Los Sauces", donde se encontraba junto a su mujer, la presidente Cristina Kirchner.
.......

"Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo. En sentido estricto la democracia es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.

Hay democracia directa cuando la decisión es adoptada directamente por los miembros del pueblo. Hay democracia indirecta o representativa cuando la decisión es adoptada por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes. Por último, hay democracia participativa cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios. Estas tres formas no son excluyentes y suelen integrarse como mecanismos complementarios."

sábado, 18 de septiembre de 2010

4 años

¿¿DÓNDE ESTA JULIO LOPEZ??

martes, 31 de agosto de 2010

Tocando En Frente


Tocando En Frente
(Renato Teixeira)
http://www.youtube.com/watch?v=H_Y4hR0kP4Q&feature=related

Tocando em frente
Camino lento porque ya tuve prisa
Y llevo esa sonrisa porque ya lloré demás
Hoy me siento más fuerte, más feliz quien sabe
Solamente con la certeza de que sé muy poco o nada sé

Conocer las mañas y las mañanas
El sabor de las masas y de las manzanas
Se necesita amor para poder palpitar
Se necesita paz para poder sonreír
Se necesita la lluvia para florear

Pienso que vivir la vida sería simplemente
Comprender la marcha pisando el terreno
Como un viejo ganadero
Llevando su ganado voy pisando los días
Por el largo camino voy, camino soy

Conocer las mañas y las mañanas
El sabor de las masas y de las manzanas
Se necesita amor para poder palpitar
Se necesita paz para poder sonreír
Se necesita la lluvia para florear

Todo el mundo un día ama, todo el mundo llora
Un día alguien llega, el otro día se marcha
Cada uno se inventa su historia
Cada uno lleva encima el don de ser capaz
y ser feliz

Conocer las mañas y las mañanas
El sabor de las masas y de las manzanas
Se necesita amor para poder palpitar
Se necesita paz para poder sonreír
Se necesita la lluvia para florear

Camino lento porque ya tuve prisa
Y llevo esa sonrisa porque ya lloré demás
Cada uno se inventa su historia
Cada uno lleva encima el don de ser capaz
y ser feliz

PD. Gracias Janice

domingo, 22 de agosto de 2010

33 Razones para tener Esperanza




33 razones para tener esperanza

Esta foto se la tome a un trabajador Minero en Wanda provincia de Misiones, simbólicamente la subo hoy a este blog para, de alguna manera, solidarizarme con los 33 mineros atrapados hace 17 días en un yacimientode oro y plata de la provincia de Copiapó al norte de Chile.
Por mayor justicia, equidad y seguridad para todos los trabajadores mineros!!!

lunes, 2 de agosto de 2010

KILOMETRO 11 - CHAMAME



Vengo otra vez hasta aquí
de nuevo a implorar tu amor
sólo hay tristeza y dolor
al verme lejos de ti.
Culpable tan sólo soy
de todo lo que he sufrido
por eso es que ahora he venido
y triste muy triste estoy.
Nunca vayas a olvidar
que un día a este cantor
le has dicho llena de amor
sin ti no me podré hallar.
Por eso quiero saber
si existe en tu pensamiento
aquel puro sentimiento
que me supiste tener.
Olvida mi bien
el enojo aquel
que así nuestro amor
irá a renacer
porque comprendí
que no sé vivir sin tu querer.
Nunca vayas a olvidar
que un día a este cantor
le has dicho llena de amor
sin ti no me podré hallar.
Por eso quiero saber
si existe en tu pensamiento
aquel puro sentimiento
que me supiste tener.
Olvida mi bien
el enojo aquel
que así nuestro amor
irá a renacer
porque comprendí
que no sé vivir sin tu querer.
Kilómetro 11 (Chamamé). Letra: Constante Aguer Música: Tránsito Cocomarola.

sábado, 31 de julio de 2010

Feliz Cumpleaños Madre Tierra

1 DE AGOSTO DIA DE LA PACHAMAMA
En distintos puntos del noroeste del país la Madre Tierra es homenajeada con rituales ancestrales, ceremonias, danza, música y comidas especiales. Una oportunidad única para asistir a una de las fiestas nacionales más tradicionales.
La Pachamama, o Madre Tierra, es la diosa femenina de la tierra y la fertilidad, una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. En la tradición incaica, es la deidad de la agricultura comunal, fundamento de toda civilización y el Estado Andino. Es la más popular de las creencias mitológicas del ámbito incaico que aún sobrevive con fuerza en las provincias del noroeste argentino.

El 1° de agosto es cuando se alimenta a la Pachamama, para lo cual se entierra una olla de barro con comida cocida, junto a hojas de coca, alcohol, vino, cigarros y chicha, entre otras cosas. También es costumbre que los festejantes usen cordones blancos y negros –atados en los tobillos, muñecas y cuello- confeccionados con lana de llama hilada hacia la izquierda.

Fuente: http://www.argentina.ar/_es/turismo/C2164-1-de-agosto-dia-de-la-pachamama.php
de la Pachamama.

El rito supone que ese día debemos entregarle a la Madre Tierra todo lo que no quisiéramos que a nuestra familia le faltara durante el año y agradecerle por los favores recibidos durante el año pasado. Familias y vecinos se reúnen para abrir un pozo en la tierra, el cual será adornado con serpentina y papel picado. A continuación, se alimenta a la Tierra con maíz, quinoa, chalona, cordero, cabrito, distintas papas, habas, mazorcas, vino, cerveza, gaseosas, coca y otras comidas típicas. Luego se cierra el pozo con las manos y se le da de fumar.

Varias localidades del noroeste son sede de esta celebración. Entre ellas se destaca San Antonio de los Cobres, en Salta, donde desde 1995 se organiza la Fiesta Nacional de la Pachamama de los Pueblos Originarios. Aquí la festividad comienza el sábado 1° de agosto e incluye, además de la ceremonia central del entierro de ofrendas a las 15 hs., ferias artesanales, comidas de diferentes comunidades collas, festival de música y danza. Sin embargo, las actividades no terminan ese día. Durante todo agosto, San Antonio de los Cobres cuenta con un circuito turístico para conocer el poblado, visitar el increíble Museo de Arqueología de Alta Montaña y asistir a otros rituales de la Pachamama. La vecina localidad de Los Toldos también invita a celebrar.

Entre otras ciudades que se rinde tributo a la Madre Tierra se encuentra Laguna Blanca, en Catamarca. Allí durante todo el sábado se realizan las ofrendas y también hay competencias deportivas y juegos. En la misma provincia, en Santa María es otro lugar que se suma a los homenajes.

Jujuy es un importante centro de adoración a la Pachamama. En toda la provincia se le rinde culto mediante la realización de una ceremonia milenaria, en la que se dan ofrendas a la tierra, de comidas, bebidas y hojas de coca.
La celebración adquiere mayor relevancia en Purmamarca, Tumbaya, Valle Grande y en toda la Puna jujeña.

En Tucumán, la localidad de Amaicha del Valle en los Valles Calchaquíes, realiza su celebración a la Pachamama en febrero, mes del carnaval, pero a su vez se pliega a esta celebración en agosto. Además, es sede del Museo de la Pachamama.
Fuente: http://www.argentina.ar
Fotografía: Cataratas del Iguazú - Liliana

domingo, 23 de mayo de 2010

25 de Mayo 1810 - 25 de mayo 2010


1810


Un grupo de Patriotas con ideas revolucionarias se venían reuniendo en la Jabonería, negocio de Hipólito Vieytes, en la casa de Rodríguez Peña y en la quinta de Mariano de Orma, gestando las ideas revolucionarias que culminarías saliendo a la luz el 25 de Mayo. Entre ellos estaban Belgrano, Saavedra, Rodríguez Peña, Alberti, Paso.

Viernes 18 de Mayo de 1810

El Virrey Cisneros anuncia al pueblo la caída de Andalucía en poder de los franceses, hechos que ya eran conocidos por las noticias llegadas a Montevideo al recalar una fragata inglesa.
Los patriotas se reunieron con Cornelio Saavedra, Jefe del Regimiento de Patricios, considerando que el momento de llevar a la acción sus ideas revolucionarias había llegado.

Sábado 19 de Mayo de 1810



Los Patriotas comisionan a Castelli para presentarse ante el síndico procurador Julián de Leiva, y por otro lado a Belgrano y Saavedra a que se apersonaran ante el Alcalde en Primer Voto Juan José Lezica, para solicitar que, con la aceptación del Virrey Cisneros, fuera convocado un Cabildo Abierto para que deliberara el pueblo sobre su destino.

Domingo 20 de Mayo de 1910

Enterado de la petición, el Virrey se reunió con las Fuerzas Militares y Saavedra no fue lo suficientemente enérgico en su posición, por lo que Cisneros no resolvió nada.
Los revolucionarios enviaron a Martín Rodríguez y Castelli, quienes- haciendo caso omiso de la cólera del virrey- lograron que aceptara convocar a Cabildo Abierto.

Lunes 21 de Mayo de 1810


Apoyados por vecinos que solicitaban la solicitud de un Cabildo Abierto, los regidores recibieron por parte del Virrey Cisneros una autorización escrita en que accedía a la voluntad popular de convocar a una sesión pública para el día siguiente, en la que se convocara a la parte más representativa y más sana del vecindario.

Martes 22 de Mayo de 1810

Cabildo Abierto

Se reunió el Cabildo Abierto con una afluencia de alrededor de doscientas cincuenta personas. Se inició un debate que fue comenzado por el escribano del Cabildo, Justo Núñez, luego prosiguió el Obispo de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, quienes aconsejaban no innovar.
Las ideas revolucionarias patrióticas fueron expuestas y defendidas por el doctor Juan José Castelli, quien exaltó los derechos del pueblo de Buenos Aires para ejercer la soberanía y poder tener un gobierno propio.
Prosiguió haciendo uso de la palabra el militar Ruiz Huidobro, quien expuso que habiendo cesado en el cargo el Rey Fernando VII, también caducaba el mando del Virrey Cisneros, y que el Cabildo debía decidir el sucesor.
Siguieron otras exposiciones, y posteriormente se realizó una votación, pero dado lo extenso de las sesiones de ese día, y lo avanzado de la hora, se dejó el escrutinio para el día siguiente.

Miércoles 23 de Mayo

Se realizó el escrutinio que resultó:

155 votos: Destitución del Virrey

89 votos: Por la continuación del Virrey solo o con asesores.

27 personas: No votaron

Previo a este sufragio, se expusieron muy diversas opiniones. La falta de unidad en las ideas quiso ser aprovechada por los síndicos que designarían Presidente de la Junta provisional, al propio Cisneros.

Jueves 24 de Mayo de 1810

Reunido el Cabildo dispuso que la Junta de Gobierno fuera presidida por Cisneros, además de dos españoles (Juan M. Solá y José Santos Incháurregui) y dos criollos (Castelli y Saavedra). Asesorados por el síndico reaccionario español Julián de Leiva, se redactó un Reglamento.
Juraron ese día y fueron aprobados por los mandos militares.
Pero cuando trascendió que el Virrey seguía al mando, comenzó a agitarse la población agrupada en la Plaza Mayor, encabezados por French, Beruti y otros.
A la par, los patriotas revolucionarios, reunidos, hicieron ver el error a Castelli, quien dijo que elevaría su renuncia y sugeriría la misma actitud a saavedra. Eran apoyados por los regimientos de Arribeños y Patricios. por la noche los dos criollos miembros de esta Junta, presentaron su renuncia. Y el síndico volvió a citar para el día siguiente.
Los patriotas reunidos durante toda esa noche en casa de Rodríguez Peña, deliberan sobre los miembros que integrarán una lista que será presentada ante el Cabildo.

Viernes 25 de Mayo de 1810


Los cabildantes aceptaron la renuncia indeclinable del Virrey, que aceptó el descontento popular hacia su investidura; los jefes militares le negaban su apoyo. Después de muchos artilugios del síndico Leiva para coartar los objetivos patriotas, los cabildantes decidieron aceptar la Junta revolucionaria presentada, avalada por firmas, y respaldada por el pueblo en la Plaza, quedó integrada la:

PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO


Presidente: Comandante de Armas Cornelio Saavedra

Secretarios: Doctores Juan José paso y Mariano Moreno

Vocales: Pbro. Manuel Alberti, Dr. Manuel Belgrano, Dr. Juan José Castelli, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu y Juan Larrea

fuente:http://www.redargentina.com




jueves, 6 de mayo de 2010

El asesinato del cacique Chocobar

Ayer, 5 de mayo vimos por televisión, más precisamente por canal 13 en el noticiero de la noche, el video en el que se puede ver a Luis "Niño" Gómez increpar y posteriormente disparar a un aborigen iniciando el episodio de violencia que terminaría con la vida de Javier Chocobar, fue difundido en el sitio YouTube, informa el noticiero, luego pasan a la siguiente noticia totalmente irrelevante ante la embergadura de este asesinato, sin hacer un mínimo de comentario, sin poner acento en nada, cosa que si suelen hacer con otros hechos de violencia.

Mi pareja y yo quedamos impactados por las imagenes, y de hecho hoy me encuentro buscando la información que el noticiero no me dió.

Por lo que puede averiguar por el buscador de internet el video fue filmado por Darío Amin, señalado como el autor material de la muerte del Cacique Chocobar , en el video de youtube se ve que tiene un arma mientras filma. Luego huyen por que los aborigenes de la comunidad de Chuschagasta se defienden como pueden con palos y piedras. Entiendo que este hecho se produjo en octubre del año pasado, el 12 de octubre del 2009, Amín, Gómez y José Valdiviezo fueron acusados de ir a Chuschagasta y dispar contra cerca de 15 personas que se encontraban en un camino vecinal, con la excusa de que esas tierras habían sido vendidas a Amín. Gómez y Valdivieso son ex policías, e incluso el primero integró el comando paramilitar Atila, que encabezó el "Malevo" Ferreyra a fines de los '80 en Tucumán.
Alegando distintas cuestiones técnicas, la defensa logró que se declare nula la sentencia del 6 de noviembre de 2009 que dictaba la prisión para los imputados y liberar a los mismos. A principios de marzo de este año, liberaron a los acusados." (Fuente: El Diario 24).

Es indignate ver la poca difusión que se le ha dado a esta noticia, el primer delito, entiendo que fue vender o supuestamente vender estas tierras que pertenecen a esta comunidad indigena, y luego ver como son perseguidos y asesinados, cuanta impunidad acompaña nuestra historia, cuanta violencia. Por un momento tuve miedo que fuera una "bromita de Tinelli" pero lamentablemente fue real, casi no he encontrado información en internet, y lo peor no ha sido tapa de nigún medio masivo de difusión.

jueves, 29 de abril de 2010

Pais de Nieve


Los copos de nieve flotaban como peonias contra el cielo gris. No parecìan caer sino mecerse perezosamente en el aire como si colgaran de hilos invisibles. Shimamura contempló la escena con el ensimismamiento de los insomnes y recordò aquella mañana invernal en que había contemplado el reflejo de la nieve enmarcando el rostro de Komako en ese mismo espejo. Los copos ahora eran mayores; sin embago, flotaban con más levedad en el aire. Las montañas, que parecían más lejanas cada día, a medida que las hojas de los árboles se marchitaban, habían recuperado la vida con la nieve.

Fragmento - Pais de Nieve - Yasunari Kawabata
Foto
grafía: Liliana - Labernalesa.

lunes, 29 de marzo de 2010


La lengua de las mariposas

Manuel Rivas


«¿Qué hay , Gorrión? Espero que este año podamos ver por fin la lengua de las mariposas».

EAutor Manell Rivasl maestro aguardaba desde hacía tiempo que le enviaran un microscopio a los de la instrucción pública. Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuvieran un efecto de poderosas lentes.

«La lengua de la mariposa es una trompa enroscada como un resorte de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar ¿a que sienten ya el dulce en la boca como si la yema fuera la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa». Y entonces todos teníamos envidia de las mariposas. Que maravilla. Ir por el mundo volando, con esos trajes de fiesta, y parar en flores como tabernas con barriles llenos de jarabe.

Yo quería mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podían creerlo. Quiero decir que no podían entender como yo quería a mi maestro. Cuando era un «picarito», la escuela era una amenaza terrible. Una palabra que cimbraba en el aire como una vara de mimbre.
«¡Ya verás cuando vayas a la escuela!»
Dos de mis tíos, como muchos otros mozos, emigraron a América por no ir de quintos a la guerra de Marruecos. Pues bien, yo también soñaba con ir a América sólo por no ir a la escuela. De hecho, había historias de niños que huían al monte para evitar aquel suplicio. Aparecían a los dos o tres días, ateridos y sin habla, como desertores de la batalla del Barranco del Lobo. Yo iba para seis años y me llamaban todos Gorrión. Otros niños de mi edad ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tenía tierras ni ganado.

Prefería verme lejos y no enredando en el pequeño taller de costura. Así pasaba gran parte del día correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, el que me puso el apodo. «Pareces un gorrión».

Creo que nunca corrí tanto como aquel verano anterior al ingreso en la escuela. Corría como un loco y a veces sobrepasaba el límite de la Alameda y seguía lejos, con la mirada puesta en la cima del monte Sinaí, con la ilusión de que algún día me saldrían alas y podría llegar a Buenos Aires. Pero jamás sobrepasé aquella montaña mágica.

«¡Ya verás cuando vayas a la escuela!»

Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancara las amígdalas con la mano, la manera en que el maestro les arrancaba la jeada del habla para que no dijeran ajua ni jato ni jracias. «Todas las mañanas teníamos que decir la frase 'Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta llena de trigo'. ¡Muchos palos llevábamos por culpa de Juadalagara!» Si de verdad quería meterme miedo, lo consiguió. La noche de la víspera no dormí. Encogido en la cama, escuchaba el reloj de la pared en la sala con la angustia de un condenado. El día llegó con una claridad de mandil de carnicero. No mentiría si les dijera a mis padres que estaba enfermo.

El miedo, como un ratón, me roía por dentro.

Y me meé. No me meé en la cama sino en la escuela.

Lo recuerdo muy bien. Pasaron tantos años y todavía siento una humedad cálida y vergonzosa escurriendo por las piernas. Estaba sentado en el último pupitre, medio escondido con la esperanza de que nadie se percatara de mi existencia, hasta poder salir y echar a volar por la Alameda.

«A ver, usted, ¡póngase de pie!»

El destino siempre avisa. Levanté los ojos y vi con espanto que la orden iba para mi. Aquel maestro feo como un bicho me señalaba con la regla. Era pequeña, de madera, pero a mi me pareció la lanza de Abd el-Krim.

«¿Cuál es su nombre?»

«Gorrión»

Todos los niños rieron a carcajadas. Sentí como si me batieran con latas en las orejas.

«¿Gorrión?»

No recordaba nada. Ni mi nombre. Todo lo que yo había sido hasta entonces había desaparecido de mi cabeza. Mis padres eran dos figuras borrosas que se desvanecían en la memoria. Miré cara al ventanal, buscando con angustia los árboles de la alameda.

Y fue entonces cuando me meé.

Cuando se dieron cuenta los otros rapaces, las carcajadas aumentaron y resonaban como trallazos.

Huí. Eché a correr como un loquito con alas. Corría, corría como solo se corre en sueños y viene tras de uno el Sacaúnto. Yo estaba convencido de que eso era lo que hacía el maestro. Venir tras de mi. Podía sentir su aliento en el cuello y el de todos los niños, como jauría de perros a la caza de un zorro. Pero cuando llegué a la altura del palco de la música y miré cara atrás, vi que nadie me había seguido, que estaba solo con mi miedo, empapado de sudor y de meos. El palco estaba vacío. Nadie parecía reparar en mi, pero yo tenía la sensación de que toda la villa estaba disimulando, que docenas de ojos censuradores acechaban en las ventanas, y que las lenguas murmuradoras no tardarían en llevarle la noticia a mis padres. Las piernas decidieron por mí. Caminaron hacia el Sinaí con una determinación desconocida hasta entonces. Esta vez llegaría hasta A Coruña y embarcaría de polisón en uno de esos navíos que llevan a Buenos Aires.

Desde la cima del Sinaí no se veía el mar sino otro monte más grande todavía, con peñascos recortados como torres de una fortaleza inaccesible. Ahora recuerdo con una mezcla de asombro y nostalgia lo que tuve que hacer aquel día. Yo sólo, en la cima, sentado en silla de piedra, bajo las estrellas, mientras en el valle se movían como luciérnagas los que con candil andaban en mi búsqueda. Mi nombre cruzaba la noche cabalgando sobre los aullidos de los perros. No estaba sorprendido. Era como si atravesara la línea del miedo. Por eso no lloré ni me resistí cuando llegó donde mi la sombra regia de Cordeiro. Me envolvió con su chaquetón y me abrazó en su pecho. «Tranquilo Gorrión, ya pasó todo».

Dormí como un santo aquella noche, pegadito a mamá. Nadie me reprendió. Mi padre se había quedado en la cocina, fumando en silencio, con los codos sobre el mantel de hule, las colillas amontonadas en el cenicero de concha de vieira, tal como pasara cuando había muerto la abuela.

Tenía la sensación de que mi madre no me había soltado de la mano en toda la noche.

Así me llevó, agarrado como quien lleva un serón en mi vuelta a la escuela. Y en esta ocasión, con corazón sereno, pude fijarme por vez primera en el maestro. Tenía la cara de un sapo.

El sapo sonreía. Me pellizcó la mejilla con cariño. «¡Me gusta ese nombre, Gorrión!». Y aquel pellizco me hirió como un dulce de café. Pero lo más increíble fue cuando, en el medio de un silencio absoluto, me llevó de la mano cara a su mesa y me sentó en su silla. Y permaneció de pie, agarró un libro y dijo:

«Tenemos un nuevo compañero. Es una alegría para todos y vamos a recibirlo con un aplauso». Pensé que me iba a mear de nuevo por los pantalones, pero sólo noté una humedad en los ojos. «Bien, y ahora, vamos a comenzar con un poema. ¿A quien le toca? ¿Romualdo? Ven, Romualdo, acércate. Ya sabes, despacito y en voz bien alta».

A Romualdo los pantalones cortos le quedaban ridículos. Tenía las piernas muy largas y oscuras, con las rodillas llenas de heridas.

«Una tarde parda y fría...»

«Un momento, Romualdo, ¿qué es lo que vas a leer?»
«Una poesía, señor».

«¿Y como se titula?»

«Recuerdo infantil. Su autor es don Antonio Machado»

«Muy bien, Romualdo, adelante. Despacito y en voz alta. Repara en la puntuación»

El llamado Romualdo, a quien yo conocía de acarrear sacos de piñas como niño que era de Altamira, carraspeó como un viejo fumador de picadura y leyó con una voz increíble, espléndida, que parecía salida de la radio de Manolo Suárez, el indiano de Montevideo.

«Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel,

junto a una marcha carmín...

«Muy bien. ¿Qué significa monotonía de lluvia, Romualdo?», preguntó el maestro.

«Que llueve después de llover, don Gregorio».

«¿Rezaste?», preguntó mamá, mientras pasaba la plancha por la ropa que papá cosiera durante el día. En la cocina, la olla de la cena despedía un aroma amargo de nabiza.

«Pues si», dije yo no muy seguro. «Una cosa que hablaba de Caín y Abel».

«Eso está bien», dijo mamá. «No se por que dicen que ese nuevo maestro es un ateo».

«¿Qué es un ateo?»

«Alguien que dice que Dios no existe». Mamá hizo un gesto de desagrado y pasó la plancha con energía por las arrugas de un pantalón.

«¿Papá es un ateo?»

Mamá posó la plancha y me miró fijo.

«¿Cómo va a ser papá un ateo? ¿Cómo se te ocurre preguntar esa pavada?»

Yo había escuchado muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacían todos los hombres. Cuando algo iba mal, escupían en el suelo y decían esa cosa tremenda contra Dios.

Decían dos cosas: Cajo en Dios, cajo en el Demonio. Me parecía que sólo las mujeres creían de verdad en Dios.

«¿Y el Demonio? ¿Existe el Demonio?»

«¡Por supuesto!»

El hervor hacía bailar la tapa de la olla. De aquella boca mutante salían vaharadas de vapor e gargajos de espuma y berza. Una abeja revoloteaba en el techo alrededor de la lámpara eléctrica que colgaba de un cable trenzado. Mamá estaba enfurruñada como cada vez que tenía que planchar. Su cara se tensaba cuando marcaba la raya de las perneras. Pero ahora hablaba en un tono suave y algo triste, como si se refiriera a un desvalido.

«El Demonio era un ángel, pero se hizo malo».

La abeja batió contra la lámpara, que osciló ligeramente y desordenó las sombras.

«El maestro dijo hoy que las mariposas también tienen lengua, una lengua finita y muy larga, que llevan enrollada como el resorte de un reloj. Nos la va a enseñar con un aparato que le tienen que mandar de Madrid. ¿A que parece mentira eso de que las mariposas tengan lengua?»

«Si él lo dice, es cierto. Hay muchas cosas que parecen mentira y son verdad. ¿Te gusta la escuela?»

«Mucho. Y no pega. El maestro no pega»

No, el maestro don Gregorio no pegaba. Por lo contrario, casi siempre sonreía con su cara de sapo. Cuando dos peleaban en el recreo, los llamaba, «parecen carneros» y hacía que se dieran la mano.

Luego, los sentaba en el mismo pupitre. Así fue como hice mi mejor amigo, Dombodán, grande, bondadoso y torpe. Había otro rapaz, Eladio, que tenía un lunar en la mejilla, en el que golpearía con gusto, pero nunca lo hice por miedo a que el maestro me mandara darle la mano y que me cambiara junto a Dombodán. El modo que tenía don Gregorio de mostrar un gran enfado era el silencio.

«Si ustedes no se callan, tendré que callar yo».

Y iba cara al ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, desasosegante, como si nos dejara abandonados en un extraño país.

Sentí pronto que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que tocaba era un cuento atrapante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y el sístole y diástole del corazón. Todo se enhebraba, todo tenía sentido. La hierba, la oveja, la lana, mi frío. Cuando el maestro se dirigía al mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminara la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relincho de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomo de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras.

Hacíamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribimos cancioneros de amor en Provenza y en el mar de Vigo. Construimos el Pórtico da Gloria. Plantamos las patatas que vinieron de América. Y a América emigramos cuando vino la peste de la patata.

«Las patatas vinieron de América», le dije a mi madre en el almuerzo, cuando dejó el plato delante mío.

«¡Que iban a venir de América! Siempre hubo patatas», sentenció ella.

«No. Antes se comían castañas. Y también vino de América el maíz». Era la primera vez que tenía clara la sensación de que, gracias al maestro, sabía cosas importantes de nuestro mundo que ellos, los padres, desconocían.

Pero los momentos más fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los bichos. Las arañas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado que daba leche con azúcar y cultivaban hongos. Había un pájaro en Australia que pintaba de colores su nido con una especie de óleo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me olvidaré. Se llamaba tilonorrinco. El macho ponía una orquídea en el nuevo nido para atraer a la hembra.

Tal era mi interés que me convertí en el suministrador de bichos de don Gregorio y él me acogió como el mejor discípulo. Había sábados y feriados que pasaba por mi casa y íbamos juntos de excursión. Recorríamos las orillas del río, las gándaras, el bosque, y subíamos al monte Sinaí. Cada viaje de esos era para mí como una ruta del descubrimiento. Volvíamos siempre con un tesoro. Una mantis. Una libélula. Un escornabois. Y una mariposa distinta cada vez, aunque yo solo recuerde el nombre de una es la que el maestro llamó Iris, y que brillaba hermosísima posada en el barro o en el estiércol.

De regreso, cantábamos por las corredoiras como dos viejos compañeros. Los lunes, en la escuela, el maestro decía: «Y ahora vamos a hablar de los bichos de Gorrión».

Para mis padres, esas atenciones del maestro eran una honra. Aquellos días de excursión, mi madre preparaba la merienda para los dos. «No hacía falta, señora, yo ya voy comido», insistía don Gregorio. Pero a la vuelta, decía: «Gracias, señora, exquisita la merienda».

«Estoy segura de que pasa necesidades», decía mi madre por la noche.

«Los maestros no ganan lo que tienen que ganar», sentenciaba, con sentida solemnidad, mi padre. «Ellos son las luces de la República».

«¡La República, la República! ¡Ya veremos donde va a parar la República!»

Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa diaria y los republicanos aparecían como enemigos de la Iglesia.

Procuraban no discutir cuando yo estaba delante, pero muchas veces los sorprendía.

«¿Qué tienes tu contra Azaña? Esa es cosa del cura, que te anda calentando la cabeza»

«Yo a misa voy a rezar», decía mi madre.

«Tu, si, pero el cura no»

Un día que don Gregorio vino a recogerme para ir a buscar mariposas, mi padre le dijo que, si no tenía inconveniente, le gustaría «tomarle las medidas para un traje».

El maestro miró alrededor con desconcierto.

«Es mi oficio», dijo mi padre con una sonrisa.

«Respeto muchos los oficios», dijo por fin el maestro.

Don Gregorio llevó puesto aquel traje durante un año y lo llevaba también aquel día de julio de 1936 cuando se cruzó conmigo en la alameda, camino del ayuntamiento.

«¿Qué hay, Gorrión? A ver si este año podemos verles por fin la lengua a las mariposas»"

Algo extraño estaba por suceder. Todo el mundo parecía tener prisa, pero no se movía. Los que miraban para la derecha, viraban cara a la izquierda. Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, estaba sentado en un banco, cerca del palco de la música. Yo nunca vi sentado en un banco a Cordeiro. Miró cara para arriba, con la mano de visera. Cuando Cordeiro miraba así y callaban los pájaros era que venía una tormenta.

Sentí el estruendo de una moto solitaria. Era un guarda con una bandera sujeta en el asiento de atrás. Pasó delante del ayuntamiento y miró cara a los hombres que conversaban inquietos en el porche. Gritó: «¡Arriba España!» Y arrancó de nuevo la moto dejando atrás una estela de estallidos.

Las madres comenzaron a llamar por los niños. En la casa, parecía haber muerto otra vez la abuela. Mi padre amontonaba colillas en el cenicero y mi madre lloraba y hacía cosas sin sentido, como abrir el grifo del agua y lavar los platos limpios y guardar los sucios.

Llamaron a la puerta y mis padres miraron el picaporte con desasosiego. Era Amelia, la vecina, que trabajaba en la casa de Suárez, el indiano.

«¿Saben lo que está pasando? En la Coruña los militares declararon el estado de guerra. Están disparando contra el Gobierno Civil»

«¡Santo cielo!», se persignó mi madre.

«Y aquí», continuó Amelia en voz baja, como si las paredes oyeran, «Se dice que el alcalde llamó al capitán de carabineros pero que este mandó decir que estaba enfermo».

Al día siguiente no me dejaron salir a la calle. Yo miraba por la ventana y todos los que pasaban me parecían sombras encogidas, como si de pronto cayera el invierno y el viento arrastrara a los gorriones de la Alameda como hojas secas.

Llegaron tropas de la capital y ocuparon el ayuntamiento. Mamá salió para ir a la misa y volvió pálida y triste, como si se hiciera vieja en media hora.

«Están pasando cosas terribles, Ramón», oí que le decía, entre sollozos, a mi padre. También él había envejecido. Peor todavía. Parecía que había perdido toda voluntad.

Se arrellanó en un sillón y no se movía. No hablaba. No quería comer.

«Hay que quemar las cosas que te comprometan, Ramón. Los periódicos, los libros. Todo»

Fue mi madre la que tomó la iniciativa aquellos días. Una mañana hizo que mi padre se arreglara bien y lo llevó con ella a la misa. Cuando volvieron, me dijo: «Ven, Moncho, vas a venir con nosotros a la alameda».

Me trajo la ropa de fiesta y, mientras me ayudaba a anudar la corbata, me dijo en voz muy grave: «Recuerda esto, Moncho. Papá no era republicano. Papá no era amigo del alcalde. Papá no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Papá no le regaló un traje al maestro».

«Si que lo regaló».

«No, Moncho. No lo regaló. ¿Entendiste bien? ¡No lo regalo!»

Había mucha gente en la Alameda, toda con ropa de domingo. Bajaran también algunos grupos de las aldeas, mujeres enlutadas, paisanos viejos de chaleco y sombrero, niños con aire asustado, precedidos por algunos hombres con camisa azul y pistola en el cinto. Dos filas de soldados abrían un corredor desde la escalinata del ayuntamiento hasta unos camiones con remolque entoldado, como los que se usaban para transportar el ganado en la feria grande.

Pero en la alameda no había el alboroto de las ferias sino un silencio grave, de Semana Santa. La gente no se saludaba. Ni siquiera parecían reconocerse los unos a los otros. Toda la atención estaba puesta en la fachada del ayuntamiento.

Un guardia entreabrió la puerta y recorrió el gentío con la mirada. Luego abrió del todo e hizo un gesto con el brazo. De la boca oscura del edificio, escoltados por otros guardas, salieron los detenidos, iban atados de manos y pies, en silente cordada. De algunos no sabía el nombre, pero conocía todos aquellos rostros. El alcalde, el de los sindicatos, el bibliotecario del ateneo Resplandor Obrero, Charli, el vocalista de la orquesta Sol y Vida, el cantero q quien llamaban Hércules, padre de Dombodán... Y al cabo de la cordada, jorobado y feo como un sapo, el maestro.

Se escucharon algunas órdenes y gritos aislados que resonaron en la Alameda como petardos. Poco a poco, de la multitud fue saliendo un ruge-ruge que acabó imitando aquellos apodos.

«¡Traidores! ¡Criminales! ¡Rojos!»

«Grita tu también, Ramón, por lo que más quieras, ¡grita!». Mi madre llevaba agarrado del brazo a papá, como si lo sujetara con toda su fuerza para que no desfalleciera. « ¡Que vean que gritas, Ramón, que vean que gritas!»

Y entonces oí como mi padre decía «¡Traidores» con un hilo de voz. Y luego, cada vez más fuerte, «¡Criminales! ¡Rojos!» Saltó del brazo a mi madre y se acercó más a la fila de los soldados, con la mirada enfurecida cara al maestro. «¡Asesino! ¡Anarquista! ¡Comeniños!»

Ahora mamá trataba de retenerlo y le tiró de la chaqueta discretamente. Pero él estaba fuera de sí. «¡Cabrón! ¡Hijo de mala madre¡». Nunca le había escuchado llamar eso a nadie, ni siquiera al árbitro en el campo de fútbol. «Su madre no tiene la culpa, ¿eh, Moncho?, recuerda eso». Pero ahora se volvía cara a mi enloquecido y me empujaba con la mirada, los ojos llenos de lágrimas y sangre. «¡Grítale tu también, Monchiño, grítale tu también!»

Cuando los camiones arrancaron cargados de presos, yo fui uno de los niños que corrían detrás lanzando piedras. Buscaba con desesperación el rostro del maestro para llamarle traidor y criminal. Pero el convoy era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en el medio de la alameda, con los puños cerrados, sólo fui capaz de murmurar con rabia: «¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!».

miércoles, 24 de marzo de 2010

Memoria, Verdad, y Justicia!


24 de Marzo de 1976 - 24 de Marzo del 2010


lunes, 25 de enero de 2010

No me arrepiento de nada


No me arrepiento de nada

Poema de Gioconda Belli
Foto: mi abuela Carmen

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

lunes, 18 de enero de 2010

Avatar o danza con lobos en el espacio?

La pélicula me gusto, es la primera vez que veo cine en 3D y la verdad los efectos especiales son muy atractivos. En cuanto al argumento, me quedan muchas dudas en cuanto a que quieren contar, si la historia del genocidio indígena (70 millones de personas muertas) para cual no entiendo por que los hicieron color azul, enormes y con cola de dragón o si querían contar como los yanquis se apropian de lo que quieren por un interés capital y no importa las muertes de civiles que esto implique, o ..si también alertan a la humanidad sobre los peligros del cambio climático y que debemos volver a las costumbre de nuestros pueblos originarios que vivían en armonía con la naturaleza. Por otra parte, al igual que en danza con lobos, es precisamente un americano quien vendrá a reevindicar los derechos de los aborígenes, nada menos que un ex combatiente en silla de ruedas, cuando en realidad hubiera sido más atractivo que fuera alguien de las propias filas de los aborígenes (los Nabis), no?, pero no, a ese lo matan mientras tienen que cuidarle las espaldas al soldado camuflado de Nabis, que además se queda con su chica.

Salimos con mi novio pensando, que habran entendido los demás??, seguro muchos saldran del cine lagrimeando, conmovidos y una vez en la calle y se crucen con algun boliviano o peruano vendiendo sus cositas para sobrevivir dirán, estos negros de mierda, que se vayan a su pais!!

Pero bueno, tampoco quiero ser tan pesimista, también llegamos a escuchar a una chica que decía algo así como que esta pelicula le hizo acordar sobre un pueblo que ella conocía donde les querian imponer no se que...y que la gente protesto...no se no escuche bien.

En fin, igual volvería a verla, la película entretiene, me gusto y ...sí, movilizará mucho dinero que no irá parar justamente a la causa indígena.


viernes, 15 de enero de 2010

Miseria en la cultura: decepción y depresión



No soy actualmente cristiana, de niña lo fuí, o me llevaron a serlo, actualmento no profeso ningún culto religioso, la institución iglesia me ha decepcionado bastante, pero bueno dentro de la hipocresía reinante hay aún ciertos movimientos sociales, como base religiosa, que merecen mi respeto, como por ejemplo el movimiento de Teología para la Liberación, por eso me permito publicar, como ya lo hecho otras veces, un artículo del teólogo Leonardo Boff.

Miseria en la cultura: decepción y depresión

2010-01-15


En 1930 Sigmund Freud escribió su famoso libro El malestar en la cultura y ya en la primera línea denunciaba: «en lugar de los valores de la vida, se prefiere el poder, el éxito y la riqueza, buscados por sí mismos». Hoy día estos factores han alcanzado tal magnitud que el malestar se transformado en miseria en la cultura. La COP-15 en Copenhague nos dio la demostración más cabal: para salvar el sistema del lucro y de los intereses económicos nacionales no se ha temido poner en peligro el futuro de la vida y del equilibrio del planeta sometido ya a un calentamiento que, si no es encarado rápidamente, podrá exterminar a millones de personas y liquidar gran parte de la biodiversidad.
La miseria en la cultura, o mejor, de la cultura, se revela por medio de dos síntomas verificables en todo el mundo: la decepción generalizada en la sociedad y una profunda depresión en las personas. Ambas tienen su razón de ser. Son consecuencia de la crisis de fe por la que está pasando el sistema mundial.
¿De qué fe se trata? Es la fe en el progreso ilimitado, en la omnipotencia de la tecnociencia, en el sistema económico-financiero , con su mercado, que actuarían como ejes estructuradores de la sociedad. La fe en estos dioses poseía sus credos, sus sumos sacerdotes, sus profetas, un ejército de acólitos y una masa inimaginable de fieles.
Hoy día esos fieles han entrado en una profunda decepción porque tales dioses se han revelado falsos. Ahora están agonizando o simplemente han muerto, y los G-20 tratan en vano de resucitar sus cadáveres. Los que profesan esta religión fetiche constatan ahora que el progreso ilimitado ha devastado peligrosamente la naturaleza y es la principal causa del calentamiento planetario. La tecnociencia que, por un lado, ha traído tantos beneficios, creó una máquina de muerte que sólo en el siglo XX mató a 200 millones de personas y es hoy capaz de exterminar a toda la especie humana; el sistema-econó mico-financiero y el mercado quebraron, y si no hubiera sido por el dinero de los contribuyentes, a través del Estado, habrían provocado una catástrofe social. La decepción está estampada en los rostros perplejos de los líderes políticos, que no saben ya en quién creer y qué nuevos dioses entronizar. Existe una especie de nihilismo dulce.
Ya Max Weber y Friedrich Nietszche habían previsto tales efectos al anunciar la secularizació n y la muerte de Dios. No que Dios haya muerto, pues un Dios que muere no es «Dios». Nietszche es claro: Dios no murió, nosotros lo matamos. Es decir, para la sociedad secularizada Dios no cuenta ya para la vida ni para la cohesión social. En su lugar entró el panteón de dioses que hemos mencionado antes. Como son ídolos, un día van a mostrar lo que producen: decepción y muerte.
La solución no estriba simplemente en volver a Dios o a la religión, sino en rescatar lo que significan: la conexión con el todo, la percepción de que la vida y no el lucro debe ocupar el centro, y la afirmación de valores compartidos que pueden proporcionar cohesión a la sociedad.
La decepción viene acompañada por la depresión. Ésta es un fruto tardío de la revolución de los jóvenes de los años 60 del siglo XX. Allí se trataba de impugnar una sociedad de represión, especialmente sexual, y llena de máscaras sociales. Se imponía una liberalizació n generalizada. Se experimentó de todo. El lema era «vivir sin tiempos muertos; gozar la vida sin trabas». Eso llevó a la supresión de cualquier intervalo entre el deseo y su realización. Todo tenía que ser inmediato y rápido.
De ahí resultó la quiebra de todos los tabúes, la pérdida de la justa medida y la completa permisividad. Surgió una nueva opresión: tener que ser moderno, rebelde, sexy y tener que desnudarse por dentro y por fuera. El mayor castigo es el envejecimiento. Se concibió la salud total, y se crearon modelos de belleza, basados en la delgadez hasta la anorexia. Se abolió la muerte, convertida en un espanto.
Tal proyecto posmoderno también fracasó, pues con la vida no se puede hacer cualquier cosa. Posee una sacralidad intrínseca, y límites. Si se rompen, se instaura la depresión. Decepción y frustración son recetas para la violencia sin objeto, para el consumo elevado de ansiolíticos y hasta para el suicidio, como ocurre en muchos países.
¿Hacia dónde vamos? Nadie lo sabe. Solamente sabemos que tenemos que cambiar si queremos continuar. Pero ya se notan por todas partes brotes que representan los valores perennes de la condición humana: casamiento con amor, el sexo con afecto, el cuidado de la naturaleza, el gana-gana en vez del gana-pierde, la búsqueda del «bien vivir», base para la felicidad, que es hoy fruto de la sencillez voluntaria y de querer tener menos para ser más.
Esto es esperanzador. En esta dirección hay que progresar.

jueves, 7 de enero de 2010

El año que Sandro partió


2010 el año que Sandro nos dejó, la verdad, debo reconocer que me ha dado mucha tristeza su muerte, quizas tanto sufrimiento, hubiera querido para él, uno de los buenos, un final distinto, pero bueno, la vida tiene estas cosas, esas injusticias.
De lo que leí sobre el, el artículo que más me ha gustado, es el que publica la Fundación Pelota de Trapo, escrito por Oscar Taffetani y la comparto con ustedes en este blog.
Y si...Sandro era de los nuestros!

Sandro: las alegrías y las tristezas de un pueblo
07/01/10

Por Oscar Taffetani

(APe).- Hasta su nombre y apellido eran comunes: Roberto Sánchez. En las guías telefónicas de la Argentina y América hay miles de Roberto Sánchez. Por eso aquel muchacho bonaerense, que a principios de los ’60 se abría camino en el competitivo mundo de la canción, necesitó llamarse Sandro. Sandro y los de Fuego primero. Luego, simplemente, Sandro.

La pregunta, la hermosa pregunta que muchos de nosotros nos hacemos cuando asistimos al nacimiento de un ídolo popular es ¿por qué? ¿qué es lo que tiene Sandro que le ha ganado este fervor? ¿cómo puede viajar así, incólume, a través de las generaciones? ¿qué les dice Sandro a los que fueron? ¿y a los recién llegados? ¿y a los que van a venir?

Maravillosa falta de respuestas. Maravilloso nacimiento de una leyenda. Quien intente explicarlo en términos racionales, aritméticos, salidos de la teoría musical o de cualquier otra teoría, fracasará. Que se rinda entonces ante la evidencia, ante la simple evidencia, de que Sandro fue uno de los elegidos para llegar y quedarse, eternamente, en el corazón del pueblo.

La burocracia que administra la fama, a través de los medios de masas, de los honores oficiales y los grandes negocios, intentó decir por estas horas que las dos últimas recomendaciones de Sandro fueron que los fumadores dejen pronto el cigarrillo y que todos consideren la donación de órganos como un acto generoso que permite prolongar la vida.

Pero se equivoca la burocracia, aunque acuda a los lugares comunes. Se equivocan los técnicos del marketing. El legado de Sandro, su gran mensaje al futuro, no está dicho ni escrito con palabras. Y ni siquiera con canciones. El legado de Sandro comenzó a construirse en un tiempo ya inmemorial, con pequeños gestos, casi imperceptibles, que le fueron indicando al pueblo –que nos fueron indicando a todos- que allí latía, que allí luchaba, soñaba y triunfaba uno de los nuestros.

Sí. Uno de los nuestros. Fiel hasta la muerte. Insobornable.

Que la burocracia administre los pequeños asuntos de Sandro: el cementerio donde descansarán sus restos; el laboratorio donde serán estudiados sus pulmones y su corazón; y la reproducción de sus discos; y la distribución de sus películas.

El pueblo, por su parte, el pueblo que maneja grandes asuntos como la memoria y los sentimientos, ya le tiene asegurado, desde hace mucho, un lugar inviolable. Ahí está con Huguito, con el Gordo del bandoneón, con el flaco de los claveles rojos, con aquel Chango de Córdoba…

Mamma mía. Qué orquesta.