viernes, 19 de septiembre de 2008

Felicitas historia de un amor no correspondido


Haremos fotos en: los túneles ocultos y en el "templo escondido" del complejo Santa Felicitas ... columnas y molduras que le confieren matices neogóticos, neorrománicos y germánicos, la Iglesia Santa Felicitas emerge esbelta de la plaza Colombia, en el corazón de Barracas. Es la cara visible del complejo que Carlos Guerrero y su esposa levantaron en 1876 para recordar a su hija Felicitas. Según el poeta Carlos Guido Spano, la joven —asesinada 4 años antes por Enrique Ocampo, el aristocrático pretendiente al que no amaba— era "la mujer más hermosa de la República". El templo fue decorado con mosaicos españoles, vitrales franceses, altares de mampostería policromada, arañas con caireles de cristal, un reloj inglés con carillón y hasta un órgano de Alemania, con 783 tubos. Los túneles ocultos de Santa Felicitas cobijan reliquias que reconstruyen los pasos de los inmigrantes de fines del siglo XIX. Una parte de los cimientos del barrio, la ciudad y el país. El sepia y el blanco y negro de las fotos se confunden con los colores gastados de documentos, utensilios, baldosas y baúles de cuero, madera y latón. Aquí resurge el barrio que crecía de la mano de talleres y fábricas en actividad. Los trabajadores se acercaban al Comedor Obrero que desde 1893 funcionaba en el sector semienterrado del Santa Felicitas. El lugar solía llenarse a fin de mes, cuando los bolsillos flaqueaban y, por 20 centavos, convenía almorzar guiso, sopa y pan preparados por las monjas.
En esa época de multitudes y esplendor industrial, los socialistas, anarquistas y justicialistas empezaron a dirimir diferencias a las trompadas y forzaron el cierre del comedor en 1947. El lugar recobró su atmósfera calma y mutó en lavandería un año después. Desde la década del '70 volvió a sumergirse en los silencios profundos que envolvían a los Guerrero después de la tragedia de su hija Felicitas. El epílogo de un amor no correspondido.

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